miércoles, 6 de mayo de 2009

Crítica al conformismo urbano

Quizás esta no sea la mejor manera de vivir y de interactuar con el mundo. Probablemente la comodidad y la pereza dan lugar a la contradicción y al pasotismo de las ideas de cambio que están presentes en cada uno de nosotros. Quizás…

Sumidos en la masa de vez en cuando alzamos la voz. Expresamos nuestras decepciones y el malestar que experimentamos. Más no hacemos otra cosa que intercambiar puntos de vista y en algunos casos hasta pegar gritos en una manifestación. Montar alguna que otra barricada y quemar contenedores. Pero esto no nos lleva a nada pues de nuevo llegaremos a nuestras casas: gastaremos electricidad, nos pegaremos un buen baño y volveremos a encender la tele y el ordenador. Seguiremos nuestra vida como una pieza más del engranaje del mecanismo que compone esta sociedad tan bien montada. Continuaremos dejándonos mangonear por los gobernadores porque al fin y al cabo es más fácil seguir a la masa y además no podemos renegar del bienestar que se nos ofrece aunque lo neguemos con todas nuestras fuerzas. Porque estamos tan viciados y tan engañados en las zonas urbanas que no nos damos cuenta de que la vida es algo más que obtener dinero para consumir, y así estar ociosos, en las ciudades.

La gran paradoja es que a pesar de que somos conscientes de esta alienación no hacemos nada por intentar mejorar nuestras vidas. Volvemos sin embargo a la monotonía y a la no-vida que tanto desechamos y de la que, aparentemente, tan asqueados estamos.

Esta es la crítica que me hago, que nos hago, a todos aquellos que intentamos que el cambio utópico se produzca a través de las ciudades. Cuando realmente la alternativa al cambio no se encuentra aquí detrás de un ordenador, de una pancarta, de una charla, de una manifestación o de una pintada en una pared. El cambio se tiene que buscar y encontrar fuera de las ciudades donde el espacio abandonado de los campos pueda ser reutilizado y aprovechado por cada uno de nosotros. Donde el tiempo de ocio no tenga que estar encadenado a canones comerciales y donde tú mismo puedas ser dueño de tu propia vida.

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