jueves, 15 de julio de 2010

El año de Sudáfrica



Hasta el último momento se ha especulado sobre la posibilidad de un cambio de país anfitrión del Mundial 2010 siguiendo los constantes rumores que Sudáfrica no estaba bien preparada. Pero hoy, cuando ya solo quedan unos pocos días para que suene el pitido de inicio del partido inaugural -que enfrentará las selecciones de Sudáfrica y México en el Soccer City de Soweto- esto ya es imposible. Los primeros equipos ya han llegado al país y toda la maquinaria organizativa empieza a ponerse en marcha, o sea que solo queda esperar y ver si los enfados del presidente de la FIFA, Sepp Blatter, -quién llegó a definir todo este criticismo como “racismo” y “envidia”- eran acertados y Sudáfrica se encuentra realmente lista para acoger el que está considerado como el evento más complejo y con más repercusión mediática del planeta.
Pero de lo que si se puede dar fe es que todo el país se ha volcado para llegar a la fecha con los deberes hechos. Durante los seis últimos años se calcula -pues no hay datos oficiales-que se han gastado entre cuatro y cinco mil millones de euros en adecuarse para esta cita, lo que convierte este Mundial en el más caro de la historia.

La fiebre constructora se ha extendido a lo largo y ancho del país y ha afectado prácticamente todas las infraestructuras que se puedan imaginar. Aunque naturalmente los diez estadios donde se disputarán los partidos oficiales son la joya de la corona. La mitad de ellos han sido enteramente renovados y otros cinco son nuevos totalmente: el Peter Mokaba de Polokwane, el Mbombela de Nelspruit, el Nelso Mandel Bay en Port Elisabeth, Moses Mabhida en Durban y el Green Point en Ciudad del Cabo, este último, además, puede considerarse ya como entre los mejores que existen en este momento. Solo en los campos la factura sube a más de 300 millones de euros, en parte porque alguno de estos el gasto final ha doblado el presupuesto inicial.

Transporte
Pero donde los sudafricanos van a recordar más el Mundial será en sus infraestructuras de comunicaciones. Los principales aeropuertos del país han sido remodelados, se ha construido uno nuevo -el Rey Shaka de Durban- y se ha reparado gran parte de la red viaria del país. Pero la inversión más popular es la creación, durante este año, de servicios públicos de autobús en las tres mayores urbes, una carencia heredada del apartheid y que hacía la vida mucho más incómoda a la mayoría de sus ciudadanos que no tienen acceso al vehículo privado. Especialmente grave era la situación en Johannesburgo, una metrópoli de casi cuatro millones de habitantes y una extensión de más de 1.500 kilómetros cuadrados que hasta el momento estaba obligada a desplazarse casi exclusivamente en base a taxis colectivos con capacidad para quince viajeros. Desde enero la ciudad disfruta de un sistema de Autobús Rápido con carriles segregados llamado Rea Vaya [“Nos Movemos” en zulu] que básicamente conecta el centro con el populoso Soweto.
El proyecto más ambicioso, pero, el Gautrain -un ferrocarril de alta velocidad que conectará Pretoria y Johannesburgo con el aeropuerto internacional Oliver Tambo está aún sin acabar. Este ferrocarril ha vivido desde sus inicios en una constante polémica -tanto por su precio como por dar servicio casi exclusivamente a los barrios más ricos- que parece que no consigue sacarse de encima. Tras anunciar que el Gautrain no estaría listo para el Mundial, finalmente se ha fijado su inauguración oficial se ha anunciado para el 8 de junio -solo tres días antes del inicio- pero solo cubrirá la mitad del trayecto previsto.

También la red de antenas de telefonía móvil y eléctricas -para evitar que se vuelvan a sufrir los apagones generalizados de enero de 2008,- los servicios de internet, resorts turísticos e instalaciones deportivas y educativas se han beneficiado de importantes mejoras.

Impacto en la economía
Sin miedo a exagerar, la situación se puede resumir como una auténtica puesta a punto del país entero. Y esto, claro está, ha tenido un impacto muy elevado en la economía. Según datos ofrecidos por Pravin Gordhan, ministro sudafricano de finanzas, del 2,5% de crecimiento del PIB calculado para 2010, un 0,5 estará relacionado directamente con la organización del Mundial. El presidente del Comité Organizador, Danny Jordaan, asegura que todas estas obras han empleado hasta 415.000 personas y un tercio de los contratos han ido a pequeñas o medianas empresas locales. “El Mundial debe servir para repensar Sudáfrica y cambiar la imagen que el mundo tiene de nosotros -asegura Jordaan, quien profesionalmente es experto en marketing- y no solo es una cuestión de cifras, apuestas como inaugurar y clausurar el campeonato en Soweto tienen la finalidad de hacer partícipes todos los sudafricanos de sus beneficios”.
Toda esta inversión y modernización han sido posibles gracias a la fortaleza económica de Sudáfrica. Y es que esta potencia emergente tiene poco en común con sus vecinos más próximos con sus infraestructuras vetustas y sus economías colapsadas. Por si sola, la Nación del Arco Iris concentra más del 20% de toda la riqueza continental y desde que, en 1994, conquistó la democracia ha visto como su economía se transformaba totalmente. En estos 16 años ha disfrutado de un crecimiento constante del PIB de casi el 5% anual y ha diversificado y modernizado su producción. Durante el régimen del apartheid el país dependía casi exclusivamente de sus casi inagotables recursos mineros y de una potente agricultura intensamente mimada por el gobierno, muy afín cultural e ideológicamente al granjero blanco de origen afrikáner. A finales de los años 80 el modelo empezó a agotarse, no solo por el peso de las sanciones económicas internacionales y de las huelgas y boicots internos, sino también por la caída de los precios de los recursos primarios que exportaba y por la falta de mano de obra calificada generada por una política que negaba una educación decente para la mayoría negra.

Así pues, al tiempo que construía las instituciones democráticas, el primer gobierno de Nelson Mandela tuvo que asumir la titánica tarea de reconvertir todo el sistema productivo. Hoy los sectores de servicios, bancarios y turísticos superan en importancia la tradicional minería, y esto a pesar del actual boom de los precios del oro y el platino. Despuntan empresas de nuevas tecnologías -el popular sistema operativo Ubuntu es de creación sudafricana- y audiovisuales y las grandes compañías nacionales, ya normalizadas las relaciones diplomáticas, invierten con fuerza por toda África, controlando sectores estratégicos de su economía.

Para el gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC en sus siglas inglesas), la celebración del Mundial en su país es un reconocimiento a la gran transformación que han vivido, “una integración de Sudáfrica al mundo global, fuera del cual no se puede vivir”, según argumentaba el presidente Jacob Zuma en su último discurso del Estado de la Nación.

Críticas severas
Pero el momento internacional parece que no ha acompañado el esfuerzo sudafricano. La celebración del Mundial en plena crisis está afectando las previsiones económicas del Mundial. A la reducción de los ingresos publicitarios se suma el recorte de reservas turísticas, que de unas estimaciones iniciales de 450.000 visitantes se ha pasado a 300.000. Para el presidente de la Cámara de Comerdio y Turismo de Durban, Mike Jackson, este desplome de un tercio en las previsiones hay que entenderla porque “esta ya era una apuesta altamente arriesgada por diferentes motivos” como la lejanía de Sudáfrica de los países emisores de turistas -poco más de diez mil fans provienen del continente, una ironía en el que debía ser el “Mundial de África”- o el miedo que genera un país con una alta criminalidad. Pero, continua Jackson, “a estos se les han sumado nuevos obstáculos como la propia crisis económica, la fortaleza del rand -la moneda local- y el incremento de precios del sector hotelero que ha generado la euforia mundialística”. Este último punto ya es, para algunos expertos, la principal amenaza para el éxito del evento.

Esto se ha notado ya en la venta de entradas para los partidos, que han tenido que ser rebajadas para tratar de colocar las más de 120.000 que quedan sin vender.

La pregunta entonces se hace evidente: ¿Cómo se pagará tamaña factura? Para Patrick Bond, profesor de economía política de la Universidad de Kwa Zulu Natal y antiguo asesor de Mandela, hay “un riesgo real que todas estas obras se conviertan en 'elefantes blancos' que a larga generen endeudamiento sin crear desarrollo social”. Un riesgo de sobredimensión que es especialmente evidente en los estadios. Por citar solo los ejemplos más evidentes, en las ciudades de Polokwane y Nelspruit, con nuevos estadios con capacidad de 46.000 espectadores y un coste de 100 millones de euros cada uno, no tienen equipos locales de relevancia. Nadie sabe decir que uso tendrán estas instalaciones tras el Mundial. Y no solo los campos: tras construir un nuevo aeropuerto internacional totalmente nuevo, la ciudad de Durban se encuentra que no hay ningún comprador interesado en su viejo aeródromo, con lo que ahora tendrá está infraestructura doblada.
Según Bond hubiera sido mucho más productivo dedicar este presupuesto a las necesidades de la población, sobre todo la educación y la sanidad que, asegura, “con sus deficiencias, no solo están haciendo sufrir a la gente, sino que también son un tapón que frenan un futuro desarrollo”.

Joan Canela i Barrul